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“Por tanto, imiten a Dios en todo lo que hagan, porque ustedes son sus hijos queridos”
Efesios 5:1 (NTV)

Todos somos llamados a servir a Dios y lo hacemos todos los días donde nos encontramos y con las personas que están a nuestro alrededor, por ese motivo es muy importante que consideremos estas 10 particularidades que caracterizan a un siervo ejemplar:

1. Un siervo vive por fe, confiando cada día en la protección y provisión de Dios, pues sabe que los que aman y temen a Dios no tienen falta de ningún bien.
2. Sirve a pesar de los sufrimientos e insultos, pues Dios es quien le da el valor para enfrentar
cualquier situación y oposición.
3. Sirve con un corazón sincero. Su propósito es agradar a Dios y no a las personas.
4. Sirve para agradar únicamente a Dios, pues solamente Él conoce y examina las intenciones de su corazón.
5. Sirve sin procurar elogios humanos, porque sabe que todo lo que hace, lo hace para el Señor.
6. Sirve desinteresadamente a Dios por amor, gratitud y con mucha pasión.
7. Cuida a las personas que están a su cargo como un padre trata a sus propios hijos. Ora e intercede por ellos, los hace parte de su vida, los alienta e insta a llevar una vida que agrade a Dios.
8. Sirve sacrificándose a sí mismo, pues entendió que hizo un compromiso con Dios y no con ningún hombre.
9. Sirve a través de su ejemplo. No es religioso, sino que se esmera por dar testimonio con su
propia vida.
10. Sirve como inspiración para otros, porque vive de manera íntegra, existiendo coherencia entre lo que dice y lo que hace. Evita ser piedra de tropiezo para otros y más bien se esfuerza por ser un canal de bendición para las personas que están a su alrededor.

Este día sería bueno que nos preguntemos, ¿Cuál es el verdadero motivo por el que servimos a Dios? Y si aún tenemos áreas débiles en nuestras vidas, pidámosle que siga trabajando en ellas, para que nuestro servicio sea agradable ante sus ojos y nosotros estemos satisfechos con nuestro trabajo. Dejemos de ser independientes y reconozcamos que necesitamos de Dios, pues si seguimos luchando en nuestras propias fuerzas, poco o nada conseguiremos, solo lograremos cansarnos e incluso enfermarnos, pero si le pedimos a Él que nos ayude, no habrá nada que nos impida servir como se merece.

Empecemos con nuestra familia, donde estudiamos o trabajamos, con nuestros compañeros, así, cuando Dios lo permita, también podremos servirlo en nuestras iglesias.

Demos lo mejor de nosotros porque nada de lo que hagamos para Dios es en vano, en su momento nos recompensará

Su Señor le respondió: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más.
¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!” Mateo 25:21

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