Un pastor comentaba que “cuando se me acercan personas deseosas de conocer sobre el perdón,
más que interesadas en saber qué es el perdón, están interesadas en saber lo que el perdón no
es”. Hay quienes se sienten mal con ellos mismos, porque, aunque han dado pasos importantes
sobre perdonar, están confundidos y llegan a pensar que no han perdonado cuando realmente sí
lo han logrado. La confusión está basada en lo que tradicionalmente han aprendido sobre lo
que es el perdón y nunca han escuchado lo que NO es el perdón.
El perdón no es olvidar
El olvido no existe. Todo queda registrado en nuestra memoria consciente o inconsciente. No
podemos usar el olvido como cronómetro para medir si hemos perdonado, porque no estamos
dentro de lo que es la realidad de nuestro funcionamiento mental. Todos, en algún momento
dado, podríamos pensar en lo extraordinario que sería si pudiéramos borrar de nuestro cerebro
lo ocurrido. Podemos sentirnos tentados a pedirle a Dios que tome un borrador milagroso y
que de una sola pasada quitara de nuestras mentes todo el dolor del pasado. Ahora bien, cuando
hemos logrado completar el proceso de perdonar, aun cuando los recuerdos lleguen, esas
memorias no nos dolerán.
El perdón no es aprobar
Aprobar una conducta negativa en otros puede generar el que esa conducta se siga repitiendo.
Las personas para cambiar lo que no está bien necesitan ver consecuencias de sus actos. Esto
no quiere decir que no vamos a tener compasión. La misericordia es necesaria siempre. Pero,
otra cosa muy distinta es aprobar las acciones dañinas y pasarlas desapercibidas como si nada
hubiera pasado. Cuando hacemos esto, no nos estamos respetando a nosotros mismos.
El perdón no es justificar
La gran mayoría de las personas que lastiman es porque tienen un bagaje donde ellas fueron
lastimadas también. Son heridos que hieren. Esto no minimiza, ni disminuye el dolor que
causaron, pero contribuye a nuestro proceso de restauración. No es justificarlos, pero, entender
las raíces que han provocado el daño que han infligido, ayuda grandemente para perdonar.
El perdón no es aceptar la situación
Todos tenemos el derecho, dado por Dios, de no mantenernos en situaciones donde seamos
cíclicamente lastimados, humillados, denigrados, menospreciados y/o maltratados. Si este es
tu caso, debes salir corriendo de esa situación. Decidimos de quién permanecemos cerca o estar
lejos. Para nuestra integridad, emocional, espiritual y hasta física es importante cortar
relaciones que nos producen daño.
El perdón no es reestablecer relaciones
Cuando perdonamos estamos manifestando las dimensiones del fruto del espíritu como: el
amor, la benignidad y la paz. Puede significar que, de una manera honesta y sincera, has llegado
a ciertos términos tanto con la ofensa, como con la persona que la causó. Pero esto no quiere
decir que tengas que reestablecer la relación como la tenías antes. De ninguna manera perdonar
tiene que significar en todos los casos que puedas seguir confiando en la persona.
El perdón más difícil es a uno mismo
Diferentes situaciones en la vida nos pueden llevar a tomar decisiones equivocadas. ¿Quién no
ha cometido un error alguna vez o muchas veces? El perdonarnos a nosotros mismos es
totalmente necesario para vivir de una manera victoriosa y con paz. De otro modo, podemos
caminar por la vida con una lucha interna de lo que se debió haber hecho de manera diferente.
Puede haber una gama de pensamientos martirizantes de lo que se identifica que se hizo mal,
abrazados a los errores y a las faltas cometidas. Es fundamental trabajar el auto–perdón, el que
es un proceso interno y profundo. Si permitimos que los sentimientos de culpa nos dominen
marcharemos auto–recriminándonos. Esto es muy peligroso, porque nos puede conducir a
comportamientos destructivos hacia nosotros mismos. Reconocer nuestras faltas es un acto de
madurez espiritual y de inteligencia emocional. ¿Qué tal si te perdonas a ti mismo?.
A mí mismo:
En comunión con el Espíritu Santo hoy decido perdonarme. Me perdono por pensar de mí
mismo que no soy suficiente. ¡Me he juzgado tanto! He creído las mentiras que otros han dicho
de mí, tanto verbalmente como con sus acciones.
Me perdono por pensar de mí que no sirvo, que no valgo y que no puedo. Me perdono por las
decisiones que he tomado como una forma de auto–castigo. Me perdono por juzgar que soy un
problema para otras personas. Me perdono por creer que soy difícil de amar.
Me perdono por llevarme a mí mismo al límite, porque creer que necesito demostrar cosas para
poder ser aceptado y aprobado. Me perdono por creer que siempre estoy equivocado. Me
perdono por sentir que no encajo con nadie.
Me perdono por las dificultades que he tenido y que me impiden ver lo mejor que hay en mí
mismo. Me perdono porque me he rechazado tanto en aspectos emocionales como en aspectos
físicos. Me perdono por los días que he pensado que no tengo casi nada bueno. Me perdono
por haberme abrazado al rol de víctima. Me perdono por el daño que he hecho a los demás.
Me perdono por juzgar que soy menos que un hijo amado de Dios. Mediante el poder de
perdonarme a mí mismo, hoy me libero y se rompen las cadenas de la auto–condenación.
Reconozco y afirmo, en el nombre de Jesús, que mi alma se va sanando y me convierto en un
testimonio vivo del poder restaurador de Dios.
Amén.
Afirmaciones:
• Mi forma de ser me abre muchas puertas maravillosas. Me siento bien con lo que he
alcanzado.
• Me amo con todas mis virtudes y fortalezas.
• Dios me ha cuidado y tiene grandes cosas para mí.
• Soy libre de todo dolor del pasado. Todo lo que he vivido ha formado el ser extraordinario
que soy.
Hoy es una nueva oportunidad, en especial ahora que iniciamos un nuevo año. Es como si
tuvieras un libro abierto, con sus páginas en blanco y en ellas puedes escribir una nueva historia.